Madrid, como el resto de grandes capitales del mundo, aglutina usos, costumbres y recetas de todas las culturas y latitudes. Pero como la ciudad asimila lo ajeno con total naturalidad, a veces cuesta distinguir lo que es genuinamente suyo. En Navidad, por ejemplo, los escaparates de sus pastelerías se llenan de turrones, polvorones, mantecados, mazapanes, guirlaches o panetones. Pero no hay nada tan madrileño como un roscón de Reyes (¡al menos, de momento!).

La tradición viene de lejos y, como en muchos otros ritos católicos, bebe de costumbres paganas. Ana Vega, Premio Nacional de Gastronomía a la Mejor Labor Periodística, señalaba en El Comidista que en las antiguas saturnales romanas ya se repartían pasteles redondos de frutos secos, pero la periodista bilbaína atribuye el origen de su popularidad al rey Felipe V, primer Borbón español y nieto de Luis XIV, porque fue él quien trajo consigo la costumbre de celebrar la Epifanía de los Reyes Magos con un gâteaux des rois.

Varios periódicos del siglo XIX, de hecho, ya reflejaron la creciente popularidad de este dulce, pero el punto de inflexión lo marcó La Mallorquina, que lleva décadas vendiéndolo en la Puerta del Sol.

El hábito de comprar el clásico roscón en la Puerta del Sol está tan arraigada que el día de Reyes se forman colas similares a las que, un mes antes, empiezan a verse frente a Doña Manolita. Luis Suárez de Lezo, presidente de la Academia Madrileña de Gastronomía, asegura que la tradición “ha crecido muchísimo y va a más”gracias a que a toda la oferta de establecimientos tradicionales se han sumado nuevos establecimientos que apuestas por fórmulas más modernas.

Hay tanto (y tan bueno) para elegir que el crítico gastronómico de El País, José Carlos Capel, ya ha publicado una lista con sus 18 roscones favoritos de Madrid.

El caso es combatir el frío con algo dulce y suculento…