Esta delicia culinaria lleva siendo una tradición por más de 130 años en Argentina. Sin embargo, su origen viene de años más atrás, desde que los árabes preparaban una pasta de almendras, nueces y miel.

Este alfajor se introdujo en España a principios del S. VIII, cuando existió una invasión musulmana a la península ibérica que se extendió por siglos hasta fines del siglo XV. Periodo mejor conocido como al-Ándalus.

Durante este tiempo, hubo una mezcla de costumbres y tradiciones entre las dos culturas y la gastronomía no fue la excepción. Así, para finales del siglo XVIII, en el territorio español comenzaron a fabricarse dulces de oblea o masa redonda. Después, con la conquista de los españoles de gran parte del continente americano, estas recetas comenzaron a divulgarse por distintas regiones y comenzaron a tener sus propias adaptaciones.

Por ejemplo, en México, un alfajor es un dulce a base de azúcar, coco y leche, mientra que en Venezuela, Nicaragua y Honduras, es una pasta elaborada de jengibre, piña y harina de maíz o de yuca. Y en Argentina, podemos encontrar el alfajor de distintos tamaños y sabores que se rellena con dulce para adherir tapas de masa o galletas horneadas a modo de sandwich que atesoran un relleno irresistible.

El alfajor argentino es un de los más conocidos y eso se lo debemos a Augusto Chammás, un químico francés que llegó a Argentina a mediados del S. XIX e inauguró una pequeña industria familiar en Córdoba que se dedicaba a la confección de dulces y confituras. No realizó un gran cambio en el alfajor, pero si fue trascendentales, ya que en lugar de ser un alfajor con forma cuadrada, esta se cambio a una forma redonda, como conocemos al alfajor actualmente.

Hoy en día, el alfajor se ha renovado para mantener el interés general y ampliar el número de seguidores. Los podemos encontrar, dobles, triples, de arroz y hasta veganos, demostrándonos que siempre se puede descubrir algo nuevo de este producto.